Hay regalos grandes y otros pequeños, unos que pasamos esperando días, meses o años. Algunos pueden no gustarnos por lo que simplemente los guardamos, pero el mejor regalo es uno que recibimos a diario, uno que lo tenemos sin percatarnos de él, es el más grande e importante de todos: Nuestra vida.
Esta semana santa, sentí que el mundo se me venía abajo. El tiempo no pasaba y las cosas empeoraban. Todo comenzó el sábado por la noche, estábamos en casa con mi mamá y mi hermano, mi papa se encontraba de viaje. Comenzaron a eso de las 11:30 am los temblores, algunos de ellos muy fuertes, y con el miedo de haber vivido el terremoto de 1976, mi mama no dejaba de preocuparse por nuestra seguridad. A las pocas horas mi hermano decidió salir, dejándonos a ella y a mí solas por lo cual mi mamá se enojo muchísimo, porque mi hermano sabiendo que no estaba mi papa y viendo que mi mamá estaba asustada, él insistía en salir. Muy enojado, mi hermano se fue y mi mama se quedo bastante decepcionada y preocupada, por lo que lo llamó varias veces en la tarde y por la noche. El último temblor a las 11:47 pm de la noche nos asustó muchísimo, y para culminar la noche, a los pocos minutos mi hermano llamó muy alarmado para avisarnos que había dado vuelta con el carro y necesitaba que fuéramos al lugar del accidente.
Mi mama escandalizada no sabía que hacer, no teníamos como movernos y ya era media noche y teníamos que llegar urgente porque realmente no teníamos idea de la situación en la que se encontraba mi hermano, pues no sabíamos si estaba lastimado, no teníamos idea de nada. Conseguimos como llegar y al llegar vimos el carro, yo en lo personal solo pensaba en que mi hermano iba a estar muy lastimado o peor, muerto, ya que el carro estaba destrozado. Alarmada corrí y el estaba parado viendo su carro y llorando, lo abrasé y comencé a preguntarle si alguna parte del cuerpo le dolía, finalmente después de tener que llamar al seguro, hablar con los bomberos, luchar contra los incompetentes policías y pasar el susto, regresamos a casa. Mi hermano no hablo, comió o durmió durante tres días. Lo único que hacía era abrazarnos y agradecernos por estar con él, a pesar de su falta de habernos dejado solas.
Pero no, ahí no acabo la mala suerte de la semana religiosa. El domingo por la noche recibí una llamada, era el hermanito de mi mejor amigo, este me urgió a ir a el sanatorio El Pilar a averiguar si ahí se encontraba su hermano, pues éste se había accidentado en la madrugada regresando de una fiesta en el Puerto de San José. Asustada, alarmada y con cierto temor, comencé a llamar al hospital y nadie me daba ninguna información, estaba histérica y me sentía frustrada por no poder hacer nada. Decidí llamar a otros amigos para informarme un poco más sobre la situación. Solamente me dijeron que no podían hablar mucho pero que fuera urgentemente al hospital pues él había quedado paralitico y quería verme. A eso de las 10:30 pm me fui al hospital con mi hermano, ya estando ahí nos informaron que acababa de ser ingresado y que estaba en el intensivo y que necesitaban que el lunes por la mañana estuviera alguien con él para poder ser ingresado a sala de operaciones.
Entonces, el lunes pase en el hospital todo el día, hasta que por fin lo pude ver y hablarle. En apariencia él se miraba bastante bien, pero cuando llego el momento de cambiarle las vendas , fue ahí donde caímos en cuenta ambos en la intensidad del accidente y lo delicado de la situación. El doctor le dijo que, a pesar de la operación, es muy probable que nunca vaya a poder caminar. Pero para acortar la historia, unos días más tarde le descubrieron dos costillas rotas, una de las cuales le había perforado un pulmón, por lo que nuevamente debía ser operado de emergencia. Lo único que detenía a los doctores era que no había sangre de su tipo, ni en el hospital ni en los bancos de sangre, pues es un tipo de sangre nada común. Asustada porque mi amigo necesitaba de la sangre, me di a la tarea de conseguir donadores de este tan raro tipo de sangre. Pregunté por todos lados, mandé emails, hasta que al fin encontré tres donadores, gracias a los cuales mi amigo pudo recibir su operación.
Desde entonces he ido todos los días al hospital a almorzar, pues él está destrozado por el accidente. No solo físicamente sino también moralmente, pues en ese mismo accidente murió su mejor amigo . Sólo deseo que el vuelva a sonreír y lo que más me preocupa es que el nunca más vaya a poder caminar. En estos momentos pienso muy a menudo, de sí la fiesta a la que asistieron valió tanto la pena como para haber perdido las piernas. Espero en Dios que él vaya a poder caminar y creo que todos debemos aprender la lección, pues como dice el proverbio:
“Los hombres listos no son aquellos que aprenden de sus errores, sino lo que aprenden de los errores de los demás”
Tal vez este post sea tonto, cursi o como ustedes decidan llamarlo, pero creo que no existe nada mejor que despertar y apreciar lo que tenemos alrededor. No debemos esperar a que mañana sea un día mejor que hoy , hagamos de hoy nuestro mejor día y así todos los días, pues todo lo material, así como lo sentimental se va en un abrir y cerrar de ojos. Decidí compartir con ustedes dichas anécdotas, pues me parece que vale la pena que todos tomemos conciencia de que la vida es lo único que tenemos y que debería importarnos, por lo que debería ser lo que más cuidemos y valoremos. Tal vez, sí prestáramos más atención a las señales que se nos presentan en el camino, logremos llegar sanos y salvos al final. Les dejo unas cuantas frases que me llamaron mucho la atención, y quisiera saber, ¿valoran ustedes sus vidas? ¿Vale la pena arriesgarnos tanto todos los días por un futuro mejor, cuando no sabemos si va a haber algún futuro?
"La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza
a aprenderlo, ya hay que morirse. " Ernesto Sábato
"La vida es como una leyenda: no importa que sea larga, sino que esté bien narrada". Lucio Anneo Séneca
"El que no valora la vida no se la merece". Leonardo Da Vinci
"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos". Arthur Schopenhauer
Claudette Cordón